De pequeños absorbemos todo.
No solo lo que nos dicen, sino lo que vemos, lo que se respira en casa, lo que no se nombra pero pasa.
Crecemos mirando a nuestros padres y aprendiendo de ellos. No solo a andar o a hablar, también a querer, a reaccionar, a pensar sobre nosotros mismos.
A veces, incluso, heredamos ideas que no nos pertenecen, pero que acabamos repitiendo como si fueran verdad.
Y no nos damos cuenta… hasta que un día nos oímos decirlo:
“Es que yo soy muy torpe, como mi madre.”
“Siempre se me dan mal las cosas que requieran ser manitas, igual que a mi padre.”
“Yo soy un desastre con los números, ya sabes cómo somos en mi familia.”
Incluso con profesores en el colegio.
Y lo decimos con una mezcla de resignación y humor.
Pero detrás de esas frases hay algo más profundo.
Las creencias que no son tuyas, pero viven en ti
No nacemos pensando mal de nosotros mismos.
Eso se aprende.
Y muchas veces, lo aprendemos en casa. O en las horas que pasamos en clase.
Cuando un padre se repite a sí mismo “soy un inútil”, su hijo aprende que equivocarse es motivo de vergüenza.
Cuando una madre se critica, su hija aprende que no está bien tal como es.
Cuando en casa se dice “esto no es para nosotros”, el mensaje que cala es que hay cosas que no puedes alcanzar.
Cuando un profesor te dice que los dibujos no son lo tuyo, a ti se te quitan las ganas de seguir pintando. Y lo más probable es que esa reacción del profesor sea un espejo de cómo se siente (o de la poca paciencia que tiene para enseñarte a pintar.)
Y sin querer, lo copiamos.
Nos vestimos con ideas heredadas.
Y lo más curioso es que muchas de ellas no son ciertas, pero las vivimos como si lo fueran.
Porque nadie nos enseña que eso también se puede cuestionar.
La pregunta que lo cambia todo
¿Y si no fuera verdad?
¿Y si no eres torpe? ¿Ni un desastre? ¿Ni incapaz?
Simplemente, eres alguien que no ha tenido el espacio o la confianza para probar, equivocarse, practicar.
¿Y si no eres como tu madre ni como tu padre, sino que tienes tu propio camino para descubrir lo que sí puedes hacer?
Repetir patrones es automático. Romperlos es un acto consciente.
Y no, no es fácil.
Pero sí posible.
Requiere observarte con honestidad.
Preguntarte: ¿esto que creo sobre mí lo he adoptados conscientemente… o lo he heredado?
Y poco a poco, empezar a cambiar la forma en que te hablas, en que te tratas, en que te defines.
Porque tú no eres una etiqueta.
No eres una sentencia.
Y no estás limitado por las creencias de nadie.
Un paso hacia ti
No hace falta que hoy lo cambies todo.
Pero sí puedes empezar por apuntar esas frases que repites sin pensar.
Esas creencias que, tal vez, ya no te sirven.
Y preguntarte:
👉 ¿Esto es realmente mío?
👉 ¿Quiero seguir creyéndolo?
👉 ¿Qué pasaría si creyera otra cosa sobre mí?
Este es el trabajo más profundo, y también el más liberador.
Desaprender lo que nunca fue tuyo.
Y construir lo que sí.
Porque puedes practicar.
Puedes aprender.
Puedes cambiar.
No estás solo.
Estamos muchos soltando lo heredado para abrazar lo auténtico.
No somos nuestros límites.
Somos nuestras decisiones.
Y podemos reescribir nuestra historia.
Nos leemos el próximo domingo,
Teresa 🧡