Escuchamos pero no juzgamos: el cambio que lo transforma todo
Mucho más que una tendencia en redes sociales.
Seguro que tú también has visto la tendencia en redes sociales de escuchamos pero no juzgamos. Pero esto va más allá de una moda. Se trata de dejar de ir por la vida señalando con el dedo y empezar a escuchar de verdad, sin criticar. Porque cuando alguien se siente libre de hablar sin miedo, es cuando sucede la verdadera magia. En mi caso, si tuviera que señalar alguno de los mayores aprendizajes de este año, sin duda uno sería este: escuchar sin juzgar.
Y no hablo solo de escuchar a los demás, (que también), sino que he aprendido a escucharme a mí misma desde la compasión. Y ahora mismo estarás arqueando las cejas preguntándote ¿qué es eso de la compasión?
Pues lamentablemente, tendemos a percibir la compasión como algo negativo. Y no es así en absoluto. A mi me ha costado entenderlo. La compasión no es sentir pena ni justificarlo todo. Es aprender a mirar con más humanidad y humildad, tanto a los demás como a uno mismo. Es darte cuenta de que todos estamos haciendo lo mejor que podemos con lo que tenemos, y en vez de criticar, elegir entender. Cuando activas la compasión, te liberas del juicio y conectas de verdad.
Porque, seamos honestos: ¿Cuántas veces nos juzgamos a nosotros mismos con una dureza que jamás aplicaríamos a otra persona? ¿Cuántas veces castigamos a los demás por no haber sabido hacerlo mejor? ¿Cuántas veces nos preguntamos por qué no hemos tenido la reacción “correcta”? ¿Cuántas veces nos machacamos por no haber sido “suficientes”?
Yo lo he hecho. Muchas veces.
Pero este año decidí hacer un cambio.
Decidí empezar a observar en lugar de interpretar. A escuchar en lugar de reaccionar. A abrir espacio para la comprensión en lugar de caer en la crítica automática.
Y cuando hice esto conmigo misma, de forma casi instantánea, empecé a hacerlo también con los demás.
Y los demás, empezaron a hacerlo conmigo. Y el resultado fue muy diferente a lo que había vivido anteriormente.
Lo del martes pasado
El martes pasado hubo un cambio.
Una conversación con un familiar. Mi relación siempre había sido un poco complicada con esta persona. No porque nos faltara cariño, sino porque nos costaba escucharnos sin juzgarnos.
Esta vez, fue distinto.
Por primera vez en mucho tiempo, nos encontramos en un espacio donde no hacía falta defender posturas, donde no había prisa por responder, donde solo había escucha.
Y en ese momento me di cuenta: así es como quiero que sean mis relaciones. Así es como quiero estar. En calma. En paz.
No significa que tengamos que estar siempre de acuerdo con todo. Pero sí significa que podemos mirar al otro con la certeza de que está haciendo lo mejor que puede con las herramientas que tiene en este momento.
Y cuando aprendes esto, todo cambia.
Juzgar es un reflejo, pero se puede desaprender
Juzgar es una respuesta automática. Es una reacción casi inconsciente que hemos aprendido desde pequeños.
Nos enseñaron a clasificarlo todo: lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo aceptable y lo que no.
Pero aquí está la verdad: cuando juzgamos, dejamos de querer comprender.
Juzgar nos pone en una posición de superioridad, de creer que nosotros sí sabemos cómo deberían ser las cosas. Pero la realidad es que cada persona está en su propio proceso, con su historia, con sus miedos, con sus heridas.
Y nosotros no estamos dentro de su piel.
Y lo más impactante de todo es esto: solemos juzgar en los demás aquello que refleja algo de nosotros mismos.
Las actitudes que más nos molestan, las reacciones que más nos irritan, los comportamientos que nos cuesta aceptar… muchas veces son un espejo de algo que no queremos ver en nosotros.
Tal vez juzgamos a alguien por ser impaciente porque, en el fondo, nosotros también lo somos y no nos gusta reconocerlo.
Tal vez criticamos a alguien por no atreverse a cambiar porque, en el fondo, nosotros también tenemos miedo a dar el paso.
Cuando entendemos esto, el juicio pierde fuerza. Porque dejamos de ver al otro como alguien que “está mal” y empezamos a preguntarnos: ¿Qué me está enseñando esta situación sobre mí mismo?
Y desde ahí, podemos crecer.
Cómo empezar a escuchar sin juzgar
Si este tema te toca, quiero proponerte algo: haz un experimento esta semana.
Elige hacer estos pequeños cambios:
🌱 Observa antes de reaccionar. Cuando notes que surge un juicio automático sobre alguien (o sobre ti mismo), respira. Pregúntate: “¿de dónde me viene este sentimiento?”
🌱 Cambia la pregunta. En lugar de pensar “¿por qué hace esto así?”, intenta preguntarte “¿qué habrá vivido para actuar de esta manera?”.
🌱 Escucha con curiosidad. Muchas veces, cuando alguien nos cuenta algo, ya estamos pensando en nuestra respuesta. Esta semana, intenta escuchar sin adelantarte.
🌱 Aplica la compasión a ti mismo. Antes de juzgarte por algo que hiciste o no hiciste, pregúntate: “¿qué le diría a alguien a quien quiero si estuviera en mi lugar?”
🌱 Conviértelo en un mantra, no lo dejes en una excepción. Escuchar sin juzgar no significa que nunca más vayas a tener opiniones o límites. Significa que puedes elegir desde dónde miras a los demás (y a ti mismo).
Cuando hacemos esto, no solo mejoran nuestras relaciones con los demás. También mejora nuestra relación con nosotros mismos. Y esa es la clave.
Porque, al final del día, lo que damos, vuelve.
Tu turno
Quiero invitarte a que esta semana pongas esto en práctica.
Elige un momento del día en el que te comprometas a escuchar sin juzgar.
Puede ser en una conversación con alguien cercano. O incluso cuando te hables a ti mismo.
Y ahora dime: ¿Qué cambia cuando escuchas con el corazón abierto? Sin prisa por interpretar. Sin la necesidad de estar de acuerdo. Sin el impulso de responder, solo para comprender.
Adelante, ahora tú: escuchamos pero no juzgamos.
Nos leemos el próximo domingo.
💛 Teresa