Tal vez no nos demos cuenta, pero muchas veces vivimos atrapados en la ilusión de que si lo controlamos todo, todo irá bien.
Organizamos el calendario al minuto, repasamos cada conversación, cada gesto, cada palabra. Preparamos planes A, B y C. Queremos tener respuestas para todo, incluso antes de que haya preguntas. Queremos prevenir el dolor, anticiparnos al error, esquivar el conflicto.
Y mientras tanto… nos desgastamos.
Porque vivir así no es vivir. Es sobrevivir. En alerta. Yo la primera.
He vivido así durante años.
La trampa silenciosa del “todo bajo control”
Al principio, tenerlo todo bajo control parece una buena idea. Te da sensación de seguridad. De orden. De dirección. Pero en realidad es todo falso. Una falsa percepción de seguridad.
Hasta que te das cuenta de que por más que lo intentes, la vida no sigue tus planes.
Un día tu trabajo cambia.
Tu pareja decide irse.
Alguien a quien quieres enferma.
Un proyecto que parecía seguro se cae.
Y de repente te das cuenta de algo doloroso, pero liberador: nunca lo controlaste todo. Nunca pudiste. Y nunca vas a poder.
Porque la vida no se controla. Se vive.
Y cuanto más intentas agarrarla fuerte con las manos, más se te escurre entre los dedos.
Lo que en realidad estás intentando controlar (aunque no lo digas)
No es solo tu agenda. No es solo tu entorno. En el fondo, cuando intentas controlarlo todo, lo que estás intentando es:
🔹 Controlar tu miedo al rechazo
🔹 Controlar el dolor que no quieres volver a sentir
🔹 Controlar la incertidumbre de no saber qué va a pasar
🔹 Controlar la imagen que das para que todo el mundo piense que estás bien
🔹 Controlar a los demás para que no se vayan, para que no cambien, para que no te duelan
¿Te suena?
A veces disfrazamos el control de responsabilidad, de compromiso, de madurez. Pero en realidad, muchas veces es miedo. Y ese miedo te cansa, te sobrecarga, te quita alegría.
El precio oculto de vivir queriéndolo controlar todo
Vivir así tiene un coste. Y no solo emocional. También físico, mental y relacional.
📌 Te desconectas del presente, porque estás todo el tiempo anticipando lo que puede salir mal.
📌 Te cuesta delegar, confiar, soltar… porque piensas que si no lo haces tú, todo se desmorona.
📌 No disfrutas de lo que SÍ tienes, porque estás más pendiente de lo que podrías perder.
📌 Y vives con una tensión constante que, con el tiempo, pasa factura: ansiedad, insomnio, irritabilidad, cansancio crónico.
Lo más paradójico es que cuanto más control intentas tener, menos libertad sientes. Y menos control real tienes.
¿Y si lo único que puedes controlar… es cómo respondes tú?
Esto fue un cambio radical para mí. Cuando comprendí que no puedo controlar lo que me pasa, pero sí puedo elegir cómo lo vivo… algo se liberó.
No puedo controlar que todo salga como espero.
No puedo controlar lo que piensan los demás.
No puedo controlar que todo se mantenga en orden.
Pero sí puedo dar lo mejor de mí.
Sí puedo cuidar cómo me hablo.
Sí puedo sostenerme cuando las cosas se tambalean.
Sí puedo confiar en que, pase lo que pase, voy a estar ahí para mí.
Y cuando haces esto… ya no necesitas tener el control de todo.
Porque confías en ti.
Tips para soltar el control sin perderte
Si estás sintiendo que vives en una carrera constante por tenerlo todo bajo control, aquí te dejo algunas ideas para empezar a soltar sin caer en el caos:
🌱 Practica el “desapego con amor”
No necesitas desentenderte, solo confiar un poco más. Haz lo que está en tu mano… y suelta lo que no lo está.
🌱 Elige una cosa al día que no vas a controlar
Deja que alguien más elija el restaurante. Que el correo no se responda enseguida. Que el plan cambie. Observa cómo te sientes.
🌱 Cambia el “¿y si sale mal?” por “¿y si sale bien?”
Nuestra mente tiende a imaginar el peor escenario. Entrénala para ver también lo bueno que puede pasar si sueltas un poco.
🌱 Recuerda: todo puede cambiar
Y eso no es una amenaza. Es una oportunidad. El cambio da miedo, sí. Pero también es la puerta hacia algo nuevo.
Para terminar…
La vida nunca va a estar completamente bajo control.
Y eso no es una señal de que lo estés haciendo mal. Es una señal de que estás viva.
Tu trabajo no está asegurado.
Tu relación puede transformarse.
Tu plan puede romperse.
Pero tú puedes seguir ahí, eligiendo cada día cómo quieres vivirlo.
No hace falta que controles todo. Solo hace falta que estés presente.
Conectada contigo.
Dando lo mejor de ti.
Y así, pase lo que pase… nunca habrás fallado.
Y ahora dime…
¿Qué es eso que verdaderamente controlas?
Nos leemos el próximo domingo.
💛 Teresa